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Índice Global del Hambre 2011

el Desafío del Hambre: Domar los picos y la Volatilidad Excesiva de los Precios de los Alimentos
by Klaus von Grebmer,
Maximo Torero,
Tolulope Olofinbiyi,
Heidi Fritschel,
Doris Wiesmann,
Yisehac Yohannes,
Lilly Schofield and
Constanze von Oppeln
Publisher(s): welthungerhilfeinternational food policy research institute (ifpri)concern worldwide
Open Access

El Índice Global del Hambre (GHI) de este año muestra que el hambre global ha disminuido desde 1990 —pero no en forma dramática—y permanece en un nivel que se puede considerar como “serio”. Los puntajes del GHI varían ampliamente entre los diferentes países y regiones. Los mayores puntajes regionales en el GHI se obtuvieron en Asia Meridional y en el África Subsahariana. El GHI de Asia Meridional se redujo sustancialmente entre 1990 y 1996, pero este rápido progreso no pudo ser mantenido. Y aunque el África Subsahariana ha progresado menos que Asia Meridional después de 1990, desde el paso al nuevo milenio sus diferencias se han venido nivelando.

Del GHI 1990 al GHI 2011, 15 países fueron capaces de reducir sus puntajes en un 50 % o más. Diecinueve países salieron de las dos categorías inferiores – “extremadamente alarmante” y “alarmante”. En términos de progreso absoluto, Angola, Bangladesh, Etiopía, Mozambique, Nicaragua, Níger y Vietnam mostraron los avances más importantes entre el GHI 1990 y el GHI 2011.

Veintiséis países tienen aún niveles de hambre que son extremadamente alarmantes o alarmantes. Los países con puntajes extremadamente alarmantes en el GHI 2011– Burundi, Chad, República Democrática del Congo y Eritrea – están en África Subsahariana. La mayoría de los países con un GHI alarmante están en África Subsahariana y Asia Meridional. Entre los seis países en los cuales la situación del hambre empeoró, sobresale la República Democrática del Congo. Su puntaje GHI subió cerca de un 63 % a causa de los conflictos y la inestabilidad política. (Debido al retraso en la disponibilidad de datos, el GHI 2011 no refleja los impactos de la crisis de los precios de los alimentos en 2010-11, ni de la hambruna de 2011 en el Cuerno de África).

En los años recientes, los mercados de alimentos mundiales se han caracterizado por precios crecientes y más volátiles. Esta situación tiene serias consecuencias para las poblaciones que sufren de pobreza y hambre, y que tienen poca capacidad para ajustarse a los picos y los cambios rápidos de los precios. Los aumentos y la volatilidad de los precios han surgido debido a tres causas: el aumento en el uso de cultivos alimentarios para la producción de biocombustibles, el cambio climático junto con los eventos meteorológicos extremos, y el aumento en el volumen de comercio en los mercados de futuros de productos básicos. Estos factores se ven exacerbados por: mercados de exportación altamente concentrados que obligan a los importadores de alimentos básicos en todo el mundo a depender de apenas unos cuantos países exportadores; un nivel históricamente bajo en las reservas de granos; y la falta de información actualizada sobre el sistema alimentario mundial que podría ayudar a prevenir una reacción desmedida ante cambios moderados en la oferta y la demanda. Se ha demostrado que las alzas de precios y la volatilidad de los mismos afectan el gasto de las familias pobres produciendo recortes en una variedad de bienes y servicios esenciales, y reducciones en la cantidad de calorías que consumen. También la nutrición de las personas más pobres se puede ver afectada al provocar un giro hacia alimentos más baratos, de menor calidad y con menor contenido de micronutrientes.

Enfrentar el problema de los picos de precios de los alimentos y la volatilidad excesiva de los mismos requiere acciones tanto para reducir la volatilidad como para amortiguar los peores efectos de esta situación sobre las personas más vulnerables. Es importante abordar los factores que causan la volatilidad y los aumentos en los precios de los alimentos revisando las políticas sobre biocombustibles, regulando la actividad financiera en los mercados de alimentos, adaptándose al cambio climático y mitigando sus efectos. También es esencial reconstituir las reservas de alimentos y compartir información sobre los mercados alimentarios. Para construir resiliencia ante los cambios en los precios de los alimentos, es crucial fortalecer los sistemas de protección social, mejorar la preparación ante emergencias, invertir en agricultura sostenible de pequeña escala, mejorar las oportunidades y opciones con que cuentan los pobres tanto a nivel rural como urbano para ganarse la vida, y reforzar la provisión de servicios básicos como
educación, salud y saneamiento.